BIOGRAFIA DEL MOHAN
PIJAO KARLAKA (Calarcá) , EL SOL DEL TOLIMA
Análisis de las reseñas
sobre la vida de Karlaká en las Noticias Historiales De Fray Pedro Simón -
Capítulo XXIV al Capítulo L. (24 – 50)
en los que se trata la guerra de exterminio, que libro el presidente don Juan
de Borja contra los Pijaos.
por
JAVIER
FERNANDO ARANDA ORTEGA
INVESTIGADOR
INDEPENDIENTE
artesgraficasjavieraranda@gmail.com
https://twitter.com/NachinMinche
CELULAR
Y WASSAP: 3103044227
Oiga el audio de este articulo en el siguiente link:
https://www.youtube.com/BIOGRAFIA DEL MOHAN PIJAO KARLAKA
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INTRODUCCION
En
el presente trabajo me propongo recopilar la biografía de quien es por derecho propio,
EL personaje más importante de la historia del departamento del Tolima, el Mohán
Kalarká, como ha sido llamado en la historiografía colonial y republicana, o
Karlaká, como es llamado en las crónicas de Fray Pedro Simón.
La
fama de este gran ancestro de los tolimenses ha trascendido los siglos y aun en
nuestra época se le recuerda. Su nombre es sinónimo de valentía y amor por su
raza. Sobre este cacique se han contado muchas historias como la de la gran
batalla de Natagaima, la del hijo de Baltazar (un cacique aliado del español) quien
supuestamente fue canibalizado por Karlaká. O la de los paisas del Quindío que hablan
del cacique Régulo Calarcá, quien supuestamente murió de viejo en tierras quindianas.
Es un hecho muy común que personas con acceso a la prensa y últimamente a los
medios digitales, escriban biografías inventadas sobre este gran cacique, con
propósitos politiqueros o racistas. Ninguna de las anteriores versiones de la
vida de Karlaka está basada en registros documentales válidos.
Pero
sí que existen estos registros y en abundancia. Tal vez la única leyenda que
tiene cierta validez, es la que habla que en la catedral de Ibagué se encontraba
la lanza de Karlaká, y que la tienen custodiada y alta del suelo, pues según decían
si esta lanza tocare el piso volvería Karlaká.
Digo cierta validez pues así la lanza nunca hubiera existido, según los
reportes de la toma que realizo este cacique y sus hombres a Ibagué, esta fue
realmente aterradora, por tanto sería lógico que durante siglos existiera un temor
reverencial a su figura, lo cual explicaría el origen de la leyenda.
CONTEXTO HISTÓRICO DE
LAS LUCHAS DEL CACIQUE KARLAKA.
Sobre
el momento histórico en el que se desarrolló el comando militar del Mohán
Karlaka (1995? – 1607) la doctora Susana Eugenia Matallana Pelaez en su libro
“De officis de la Real Justicia contra Don Martín, indio del pueblo de Cayma y
otros indios e indias por herbolarios” de 2016, nos cuenta lo siguiente:
“A medida que se
aproximaba el final de siglo, los indios se hacían cada vez más fuertes y
atrevidos. Según Juan de Velasco, hacia 1601 los españoles temían que el
reciente éxito del levantamiento de los shuar en el Reino de Quito (1599)
acabara atizando aún más las rebeliones que ya asolaban la Gobernación de
Popayán, y diera lugar a un alzamiento general en las dos provincias. Para
1603, el camino real que iba de Quito a Bogotá era prácticamente intransitable
debido a los constantes asaltos de los indios. Esta era entonces la situación
de orden público en la Nueva Granada en el año de 1601, cuatro años antes de
que la Audiencia de Santafé lanzara una campaña de exterminio contra los Pijaos.”
Por
tanto, se puede concluir que estos alzamientos estaban de cierta manera
coordinados entre las diversas tribus, y que el éxito de una rebelión
propiciaba otras rebeliones. Los Pijaos del ejército de Karlaká estaban envalentonados
por su continuo éxito militar que ya llevaba décadas, lo que les hacía más
atrevidos y seguros que en otros tiempos. Esta fue la razón por la cual se
comisiono al presidente de la real audiencia Juan de Borja, para realizar una
guerra de exterminio en contra del pueblo Pijao.
Debemos
tener en cuenta que las guerras de exterminio contra los Pijaos, no se
realizaron durante la conquista sino durante la colonia temprana, a principios
del siglo XVII, lo cual nos pone en una era histórica, en donde ya existían
ciudades españolas bien establecidas, rutas de comercio colonial, autoridades
españolas, encomiendas y grandes haciendas, sin embargo como se muestra en el
“De officis” de la Dra. Matallana, el dominio colonial español estaba lejos de
estar firmemente establecido, especialmente en el Tolima y en el tema religioso,
pues debido a la firmeza de la defensa Pijao y la fiereza de la misma, había
una casi inexistente presencia de clérigos en el Tolima.
Esta
situación aún empeora si tenemos en cuenta la “teocracia” del pueblo Pijao en
donde la religión, el poder militar y el poder político eran uno solo, la
guerra era tanto política como espiritual, según nos cuenta Fray Pedro Simón:
“Son
estos mohanes la pestilencia contra nuestra Santa Fe católica y los que atajan
la corriente de la conversión de estos naturales, porque todo cuanto los sacerdotes
enseñan de día, ellos contradicen y desenseñan de noche en lugares ocultos y
retirados, donde de ordinario hablan con el demonio. (Noticias Historiales 6:
118)”
LA HISTORIA DE KARLAKA.
Las
siguientes son las apariciones de Karlaká, en las crónicas Noticias Historiales
de Fray Pedro Simón, téngase en cuenta
que estas son las únicas crónicas de indias que hablan de su vida, por lo tanto
es la única fuente valida y cierta para el estudio de la biografía de este gran
cacique
1. Karlaká es capturado por El Capitán Juan de Magaña.
“P. El Capitán Juan de
Magaña 35, con que sacó preso a Carlacá, famoso Caribe.” Capítulo 24, párrafo
2.
El
capítulo 24 da comienzo al libro de fray pedro Simón sobre las guerras contra
los Pijaos, en el segundo párrafo Fray Pedro nos hace un recuento de las
incursiones de los españoles en territorio Pijao, nos cuenta como durante casi
un siglo los españoles incursionaron en territorio de los Pijaos sin lograr hacer
ningún efecto negativo sobre estos, nos dice que durante este periodo murieron “más
de cuatrocientos españoles y más de cuarenta mil indios de paz”, este dato y su
desproporción entre las cifras, de los indígenas vs la de los españoles muertos,
nos demuestra la teoría de la Dra. Susana Matallana quien nos dice en su artículo
“Yanaconas Indios Conquistadores y Colonizadores de la Nueva Granada”, que las
guerras de conquista fueron libradas entre indígenas.
Se
puede dar por hecho que un tal “Juan de Magaña” capturó a Karlaká en alguna
ocasión, de la que no se tienen más datos, pero de la que sí se puede inferir
que Karlaká escapo o fue liberado, pues se tiene evidencia documental de que el
Gran Mohán , murió tras ser herido en combate, por tanto esta no fue su última
captura, ni siquiera tras ser herido por el capitán Ospina con un arcabuz, éste
fue capturado, sino que escapo ayudado por el Mohán Coyará y murió entre los
suyos. Fray pedro califica a Karlaká como un “famoso Caribe” este término en
este contexto especifico tiene la acepción de: “Líder rebelde muy agresivo”.
Karlaká es elegido por
la junta de guerra de los pueblos Pijao, como comandante de la toma de Ibagué.
Capitulo 33. Párrafo 3 “ Pues al mismo tiempo
que hacía la Junta dicha el Presidente, la hacían los indios Pijaos para venir
a dar sobre la ciudad de Ibagué, con intentos de ponerla toda por el suelo.
Eligieron para esto los indios por su Capitán General a un valentón llamado Carlacá, indio famoso entre ellos, por
serlo sus hechos en toda ocasión de guerra, como se reconocerá por uno que
luego diremos de él, y por guía y Sargento para este asalto a otro llamado
Belará, de la misma nación,
cristiano y muy ladino, que se había criado en la ciudad muchos años en
servicio del Padre Andrés Ruiz, presbítero, hasta que hecho tránsfuga y
apóstata de la fe, se metió entre sus naturales. De esta Junta y
determinaciones de los indios se dieron las primeras muestras, dando sobre una
estancia de la misma ciudad de Ibagué, donde habiéndola robado, quemado y
llevado alguna gente captiva para comerla, tuvo buena suerte de escaparse de la
provincia de Amoyá una india, que vino a la ciudad y dio aviso de la Junta para
venir sobre ella, de que también se tuvo segundo aviso de ciertos negros que
estando en unas minas de oro, dejando la labor, se vinieron a hacer noche a la
ciudad, de temor, que no lo solían hacer, por haber descubierto un gran rastro
de muchos indios, que atravesando una loma, venía a rematar en un amagamiento
montañoso, de espesos y enmarañados árboles, donde se habían emboscado, un
cuarto de legua de la ciudad, que dieron aviso los negros. Precedieron también
algunas señales pocos días antes, de que algunos tomaron por indicación o presagio
del suceso ; hundiese en el pueblo la Capilla Mayor de la iglesia, y pasaron un
día tanta infinidad de mariposas volando por encima del pueblo, cosa nunca
vista hasta entonces, que ocultaban el sol, y esto fue aun no habiendo salido
de la ciudad el Gobernador Domingo de Erazo (porque después se fue la vuelta de
la provincia de Amoyá con la gente dicha); y día antes de la noche en que
dieron los indios sobre ella, que fue miércoles
19 de Julio de 1606, cierta mujer española se fue a confesar con el que a
la sazón hacía oficio de cura, que se llamaba el Padre Vicente Valenzuela,
diciéndole se sentía tan triste y melancólica que le parecía tenía ya a cuestas
la muerte, y fue una de las que murieron a manos de aquellos salvajes, y lo
mismo sucedió con otras dos indias ladinas, aquella mañana, en confesión y
muertes; a las cinco de la tarde, seco y sin llover, estando el cielo sereno,
dio un tan terrible trueno a la parte del Poniente por donde entraron los
indios, que causó temor en todos los vecinos.”
Como
es bien sabido, los pueblos Pijao y en general los pueblos caribes, no estaban
sujetos a una autoridad central o “rey”, como si lo estaban los muiscas, incas,
aztecas etc. Para cada ocasión de guerra se elegía democráticamente un general,
en reuniones llevadas a cabo bajo la sombra de grandes ceibas, en las cuales
asistían todos los caciques confederados.
Al
parecer para esta época, la fama del gran Karlaká estaba ya consolidada, tras años
de destacarse en la guerra, y es muy posible que fuera elegido continuamente
como comandante dado su carisma y sus resultados. Esta renovada confianza del
pueblo Pijao también se puede notar en el poco secretismo, y en cierta manera
descaro con el que actuaron en esta ocasión, pues no tuvieron reparos en atacar
una estancia dentro de la misma ciudad a la que pensaban asaltar. y ser tan
poco precavidos que los negros esclavos notaron su presencia, y el hecho de que
hasta una india traidora haya podido llevar las noticias a los españoles sin
mucho contratiempo.
Otra
posible explicación de la poca prevención militar con el que los Pijaos
realizaron esta incursión son los “buenos presagios” que sus dioses les dieron
en esta ocasión. Kalarká es calificado por fray pedro como gran “mohán,
hechicero y adivino” lo cual era lo usual entre este pueblo. es de pensar que
las juntas militares, no eran únicamente militares, sino que también eran
grandes rituales de guerra, en las cuales el mismo comandante era quien dirigía
la ceremonia, está registrado como realizaban sus ayunos y presagios, pero lo
que hace especial a esta ocasión son la gran cantidad de hechos que
corroboraban su fe chamánica, los registrados por Fray Pedro Simón son los
siguientes: 1. hundiese en el pueblo la Capilla Mayor de la iglesia. 2. pasaron un día tanta infinidad de mariposas
volando por encima del pueblo, cosa nunca vista hasta entonces, que ocultaban
el sol. 3.temores de muerte entre varias mujeres de la ciudad. 4. “a las cinco
de la tarde, seco y sin llover, estando el cielo sereno, dio un tan terrible
trueno a la parte del Poniente por donde entraron los indios, que causó temor
en todos los vecinos.”
Es
de creer que, ante esta gran cantidad de presagios, los Pijaos pensaran que el
resultado de su incursión estaba garantizado por los dioses.
Destacable
e interesante es la mención de Belará, o como le llama el padre Pedro José
Ramírez Sendoya, Belarká quien según las narraciones era ladino es decir bilingüe,
cristiano y totalmente integrado al mundo colonial español. Esto nos da una
idea de la estrategia Pijao de guerra, la cual posiblemente tenía una red de
espías ladinos y de durmientes, como claramente lo era Belará quien fungió
durante años como un abnegado y devoto monaguillo, pero que solo estaba
esperando el momento de actuar, al mejor estilo de los asesinos ismaelitas de
Hasan ibn Sabbah, pues al ser elegido como guía y sargento demuestra que no era
un simple soldado de base, sino un hombre de confianza de los mandos militares
Pijaos, y especialmente de Karlaká.
2.
La
toma de Ibagué, estrategia militar de Karlaká. Belará, el durmiente Pijao que
abandono al enemigo y se unió a los suyos
Capítulo 33 párrafo
4
“determinando allí se dividiesen en tres escuadrones : el uno y más copioso
diese en el arrabal, y los dos entrasen por las calles principales de la
ciudad, con orden de que el primero que llegase a la esquina de la plaza no
entrase en ella hasta entrar de una los dos escuadrones, donde pretendían
hacerse fuertes, y que ninguno acometiese hasta que hubiesen dado seña con una
trompetilla los del arrabal, que lo había de ser de que ya estaban
"apoderados de él; pero que entonces, sin perdonar piante ni mamante, se
hiciese cruel carnicería en las personas, robos en las haciendas y ceniza las
casas.”
El miércoles 19
de Julio de 1606, la ciudad de Ibagué fue atacada por fuerzas Pijao, comandadas
por Karlaká. De la descripción de esta incursión podemos sacar muchas
inferencias sobre el comando del famoso cacique; la primera es que las tropas Pijao
eran más bien eso, un ejército de guerreros muy bien organizado y disciplinado,
no una horda de salvajes movidos por el orgullo individual, como han sido
descritos en muchas ocasiones. Prueba de esto es el hecho de que se tuviera un
conocimiento previo del terreno, la distribución de la ciudad, sus calles
principales, sus vías de acceso y escape; muy probablemente este trabajo de
inteligencia cartográfica fue realizado por Belará. También está la división técnica del ejército
en tropas con objetivos bien establecidos; además de estar coordinados entre
sí, esto se demuestra con el hecho de que, al ser detenido un escuadrón, los
demás también se detuvieran al calcular que no se tenía suficientes tropas para
la toma de la plaza. Al parecer el cargo
de trompeta era uno de gran importancia dentro del ejercito Pijao, pues en
varias ocasiones es descrita su intervención, como en este caso en el que nadie
se movía sin que el trompeta tocara, o en el caso del cacique Beko, quien
ejercía el cargo de gran trompeta además de mohán.
3.
Persecución
por parte del Capitán Baptista de los Reyes a los Pijaos asaltantes de la
ciudad de Ibagué. Un capitán caucano logra llegar hasta la casa de Karlaká, el
cual los ataca con una totumada de chicha y se salva, tras de lo cual embosca a
los españoles y libera a los Pijaos capturados.
Capítulo
33 párrafo 2 “Sólo alcanzó el Capitán Baptista de los Reyes una tropa, de
quien mató estos y recobró estos despojos en la provincia de Cacataima, a cuyo
río se arrojaron huyendo con harto peligro muchos de los de ella, y no pudo
seguir por llevarle muchas ventajas, y por habérsele dormido el Alférez que
llevaba la retaguardia, otra tropa que iba más adelante, en que iba Belara y el General Carlacá, tan valerosos por sus hechos como se conoce
de uno que le sucedió con uno de los Capitanes, que hemos nombrado de la
Gobernación de Popayán, Hernando Arias, que por noticias que tenía de este
indio, y con buenas guías, caminó con tal industria de noche por sabanas, y de
día por arcabucos la vuelta la estancia de este Carlacá, que habiendo dado en
una casa cerca de la suya sin ser sentido, y rendido y aprisionado toda la
gente, sin que se escapase quien pudiese dar aviso al valiente indio, pasó el
Capitán, un cuarto de legua a su casa, y ganándole la puerta sin ser sentido,
halló al gandul dentro, sentado en una silla y con un gran mate de chicha dé
masato sobre los muslos desnudos, que la quería beber, y apuntándole el Capitán
al gandul con el arcabuz, le dijo muchas Caique (es lengua del, Perú y lo mismo
que las sanitaciones que nosotros nos hacemos cuando nos encontramos), a quien
respondiendo el indio lo mismo, se levantó con tanta velocidad, que sin poder
repararse el Capitán ni ser señor de sí, le dio el indio con toda la totuma de
masato en el rostro y atropellándolo y a otros dos españoles q venían a sus
espaldas, tomó la puerta y el raso, y algo desviado les dijo advirtiesen estaba
allí una hermana suya y que no la maltratasen, porque se lo habían de pagar,
con que se despareció el indio, entrándose en el arcabuco, y habiendo hecho
amarrar el Capitán la gente del buhío, trató con toda la presa y prisa posible
de tomar la vuelta de su viaje y salirse del arcabuco, donde el gandul no so
descuidó de juntar con brevedad los guerreros que pudo, con quien se, puso en
embajada al paso que había de llevar el Capitán Arias a ser baquiano en la
tierra ; pero guiándolo el cielo por otro camino, errando acertó, tomando
cierta trocha desaviada, que aunque coa rodeo desmintieron la emboscada y
salieron a las sabanas.
Capítulo
35 párrafo 3
Viéndose el Carlacá frustrado en sus intentos, desamparando la emboscada como
hombre desesperado, con media lanza salió por otro atajo solo a aguardar al
paso al Capitán entre el pajonal de la sabana, como lo hizo y dejó ir pasando
la vanguardia y batallón, hasta que emparejando con él en la retaguardia, el
Capitán con harto descuido y sin sospecha de peligro, por haber salido ya de
los de la sierra y llevar apagadas las cuerdas, fuera de cinco o seis soldados
que para tomar tabaco las llevaban encendidas, saltó a buen tiempo de la
emboscada, y repitiendo el indio muchas Caique le dio de repente al Capitán tan
valiente golpe de lanza, que a no llevar sayo de armas, le quitara con él la
vida, aunque no quedó sin una peligrosa herida, y todos sus soldados con crecida
turbación, entendiendo ser muchos los emboscados para tan pocos soldados, de
quien fue hiriendo cuatro o cinco el valeroso indio como iba de camino hasta
llegar al batallón, donde iba en collera su hermana con los demás; asiendo de
la collera con valentísimas fuerzas, dio con todos los prisioneros, que no eran
pocos, en tierra, y habiendo a las manos dos arcabuces que halló en el suelo,
que debieran de llevar cargados les prisioneros, con ligereza de águila se puso
en cobro y quedó con su honra, sin estorbárselo dos o tres arcabuceros que le
dispararon. Dicen se había librado de otros peligros semejantes este indio, con
que fue temido y respetado en aquellas provincias, hasta que tuvo el fin que
veremos.”
Este
es uno de los episodios que muestra el extremo heroísmo y valentía del cacique
Karlaká. Dada la narrativa de Fray Pedro, se puede deducir que esto sucedió
después o antes de la toma de Ibagué, pero no durante la huida misma de la toma.
Pues el Capitán Baptista de los Reyes, quien realizo la persecución a los
Pijaos asaltantes, no logro alcanzar más que a una pequeña tropa rezagada, pero
con la información de que en una tropa más adelantada, que ya no podían
alcanzar iban Karlaká y Belará. Al lamentar esto, Fray Pedro recuerda el
episodio de Hernando Arias, incursión que probablemente fuese hecha desde
Popayán y no desde Ibagué.
Al
parecer Hernando Arias debió de hacer un largo y minucioso trabajo de
inteligencia militar, hasta conocer la ubicación exacta de Karlaká, muy
probablemente con la ayuda de algún Pijao traidor de su círculo más cercano. El
hecho de llegarle estando el ahí, solo y sin disposición de combate, sino en un
momento de relajación, mientras bebía una totumada de chicha, nos da indicios
de una posible traición. También existe la posibilidad de que no haya sido traicionado
por su propia tribu, sino por alguna tribu vecina o cercana, esto lo digo
debido a que los vecinos del gran Mohán, hayan sido amarrados para
silenciarlos, también a la facilidad con la que Karlaká armo una escuadra para
emboscar a los españoles.
Karlaká
podría ser calificado como un guerrero supremo, un ser humano que crece en una
cultura guerrera y que vive este hecho de un modo espiritual, hasta convertirse
en un maestro, un experto iluminado del combate. Karlaká no solo era muy hábil
físicamente, sino que también era medico tradicional, adivino y hechicero, es
decir era un erudito dentro de su comunidad. Un ser que espiritualizo la guerra
al punto de hacer de cada cosa en el mundo un acto de batalla. En el único
momento de su vida en el que fue tomado por sorpresa, supo cómo usar el espacio
encerrado de su casa, el temor reverencial que causaba en sus enemigos, y una totumada
de chicha, como armas para enfrentar a tres hombres bien armados, lo que le
permitió salvar su vida.
Pero
los bríos y energía de este cacique parecían inagotables, pues después de salir
ileso de semejante peligro, en lo único que pensó cuando se vio libre en medio
de la selva, fue en juntar una escuadra para emboscar a los españoles.
Al
parecer la aldea que descubrió Hernando arias era la habitación de la familia
del Mohán, pues en la casa más cercana a la suya vivía su hermana. Karlaká se
encontraba en su propio terreno, conocía cada rio, cada piedra, cada árbol de
aquella zona, por tanto, tras el fallido intento de asesinato, fueron Hernando
Arias y su gente quienes se encontraron en desventaja. Estratégicamente
hablando, los españoles se movían como niños ciegos, en medio del terreno de
caza de una familia de jaguares. Por eso Hernando Arias al verse descubierto
por el Mohán Karlaká, solo pensó en huir y no en darle caza o perseguirlo para
rematarlo. Si la suerte no hubiera acompañado a Arias, la primera emboscada
tendida por Karlaká y sus seguidores hubiese resultado en una masacre total de
españoles.
Karlaká
al ver como los españoles habían rodeado su emboscada, les salió al paso más
adelante, según parece muchos kilómetros más adelante, pues ya habían dejado el
terreno montañoso. Entonces espera el cacique que pase el capitán y lo ataca
con su lanza, y lo deja muy mal herido, no lo mato gracias a la armadura que
llevaba el español, luego ataco e hirió a varios soldados y después, haciendo
un alarde de gran fuerza física, arrebato la cadena en la que estaban
encadenados sus hermanos Pijaos y libero
a los prisioneros, entre los cuales se encontraba su hermana, cuenta el
cronista que mientras realizaba esta hazaña los arcabuceros le dispararon. Pero
como siempre la poderosa medicina del cacique hizo que las balas lo esquivaran.
“Dicen se había librado de otros peligros semejantes este indio, con que
fue temido y respetado en aquellas provincias, hasta que tuvo el fin que veremos.”
Según esta frase del cronista Simón en
este capítulo, podríamos asegurar que esta clase de hazañas heroicas no eran
infrecuentes en Karlaká. Y es en este momento en el que las hazañas del famoso
guerrero Pijao se vuelven casi sobrehumanas, pero es su enemigo quien registró
su historia, una historia que parece exagerada, escrita con el fin de endiosar
y crear un mito, al mejor estilo
propagandístico de Calístenes con Alejando III de Macedonia. Sin embargo en este
caso estamos seguros de que la intensión de Fray Pedro Simón no era la de crear
un símbolo, un héroe fundador de la raza tolimense; es más posible que fray pedro, al ver ya
exterminada esta raza, lo que pretendiera
fuera el de engrandecer a Juan de Borja y al Gobernador Ospina,
dando a conocer la extrema valentía y
osadía de su más encarnizado adversario; al cual ellos dos triunfalmente
asesinaron y sometieron, es decir fray pedro usa a Karlaká como un trofeo, la
gran cabeza de león que se pone en la pared del cazador.
Aquí
uno podría preguntarse, si esta era la imagen que tenían sus enemigos, quienes
le odiaban y querían matar, como sería su ascendiente entre los Pijaos de
aquella época; y lo que es más importante, hasta donde llego realmente su
heroísmo y valentía, ojalá se pudiera conocer toda su vida, no solo los
instantes en los que se rozó con la civilización europea, y que fueron
registrados en las crónicas.
4.
Entrada
de diego de Ospina a la gobernación de Mayto.
CAPÍTULO
XXXVIII 38, párrafos 1, 2, 3. “1.” “Al día tercero de su viaje, habiendo dejado el
río y tierra rasa, se fue entrando por una espesa montaña, donde habiendo el
indio Don Baltasar conocido una emboscada de piedra que tenían echada los
indios, sobresalió con él y seis soldados el Gobernador del cuerpo, y se dio
tan buena maña que la desbarató, con que pasó el campo con menos riesgo que si
no se hubiera descubierto, por estar en una altísima y muy pendiente ladera,,
de donde habiendo pasado sin riesgo considerable y rancheándose en un ojo de
una sabaneta que se abría entre el arcabuco, en que había algunos charquillos
de agua rebalsada, despachó el Gobernador con catorce arcabuceros y piqueros al
caudillo Miguel de la Peña,, soldado práctico y bien baquiano de aquellas
trochas, para que por una, trecheando las faldas de la serranía por más a lo
alto de donde iba marchando el campo, les resguardas las espaldas, con orden de
que si topaban con el enemigo, no le acometiese sin dar aviso al Gobernador.
5.
2.
A quien dio voces el Peña a mil pasos que hubo andado en apartándose, avisando
fuese con cuidado marchando el campo, por haber descubierto rastros que bajando
de la cumbre iban a dar sobre él, con que reparó el Ospina y toda su gente en
una roza vieja y ya llena de malezas, donde lo cogió esta., y de allí a poco el
ruido de más de ochenta tiros de escopeta que disparó el Peña con los suyos
contra él valiente Carlacá y sus indios, que habiendo tomado primero la cuesta
abajo para dar sobre el Real, de que eran los rastros que vido el Peña, a sus voces
revolvieron a él dejando el campo, y se le pusieron en emboscada en un paso
apretado. Antes de llegar a él vido un soldado, Andrés Rubio, muy gran
arcabucero, a Carlacá (aun quién entonces no lo conoció más que por espía), y
diciéndole al Peña que él le daba licencia derribaría un indio centinela que
veía, no le tiró por habérselo dicho el Peña, y que por ventura no los había
visto, que a hacer esta buena suerte, destroncara uno de los principales y más
importantes nervios de esta guerra, como lo era el Carlacá, que habiendo
reconocido ahora el rumbo de los nuestros desde donde le vido ahora el soldado,
pasó volando adelante y a paso más apretado ordenó su emboscada, a donde
dejando entrar a los nuestros, sin haberla conocido antes, les acometió con extraordinario
coraje y brío : en cuya defensa, siendo superior el de los nuestros, dispararon
los tiros que dijimos se habían oído en el Real, por no estar lejos el sitio de
la guasábara, de donde sólo salió herido uno de nuestros piqueros, Francisco de
Mendoza, mulato, mozo alentado y que lo mostró bien ahora, que trayendo a las
espaldas (peleando con la pica) una fuerte rodela de higuerón, le dieron tal
lanzada, que pasándole la rodela y sayo de armas, quedó tan mal herido en los
lomos, que sólo le libró de la muerte el haber sido el golpe de soslayo.
6.
3.
Viendo el Carlacá que no había podido desbaratar a los nuestros en otro, donde
tampoco pudo hacer cosa considerable, con que pasó el Peña con los suyos
adelante por su derrota, y yendo marchando, sucedió que un soldado llamado Roa,
natural de la ciudad de Tunja, que iba en la retaguardia, pareciéndole llevaba
en aquel puesto mus peligro, se quiso pasar al batallón, pero al pasar de una ú
la otra parte por un lado, como el sitio era de espesa montaña, estando
emboscado con su lanza un muchacho Pijao hasta de catorce año?, pasando por
cerca de él el soldado sin verlo, se aprovechó de la ocasión tan bien el
muchacho, que en un instante le dio una lanzada al Roa por entre dos costillas,
tal, que clavándosela en las entrañas, a pocos pasos rindió la vida, sin que
pudiesen las diligencias de los demás soldados haber a las manos al muchacho,
por haberse entrado con la misma velocidad que hizo el hecho en el arcabuco,
donde dejaron el cuerpo del soldado sin enterrar, con intentos de volver
después a hacerlo, por el peligro que les amenazaba entonces, de revolver sobre
ellos el enemigo, en lugar tan montañoso y de peligro. no lo tenía menor en
este tiempo el campo en el sitio de la roza vieja^ donde estando el cielo claro
y sereno, de repente se armó una tan terrible tempestad de agua que no les fue
posible conservar encendidas, de más de sesenta mechas que había, más que una,
qué llegar a la sazón el enemigo, corrieran todos riesgo, y no menor después
del aguacero, por una espesísima niebla que les cercó, por entre la cual, ya
que fue algo aclarando, divisaron a distancia de mil pasos bultos de hombres,
que no sabiendo si eran enemigos o amigos, se les dieron voces para salir de la
duda, a quien respondió el Peña hallarse en aquel sitio con un soldado muerto y
otro herido, y que se le diese el orden que había de seguir, y ordenándosele se
estuviese en el puesto hasta que otra cosa se le ordenase, engajados los
arcabuces a la lumbre que se había hecho después del aguacero marchó el campo
hasta el sitio del Peña, que estaba sobre una tajada y alta sobre los
nacimientos del río de Tetuán, donde se alojó el campo y se curó el herido, y
despachó el Gobernador al Capitán Juan de Zarate con treinta soldados a traen
el cuerpo del difunto, aunque en vano, por haberlo ya llevado los indios para
su plato y comida.
En
este capítulo Fray Pedro nos narra como Diego de Ospina, fue comisionado por el
presidente don Juan de Borja como gobernador de Mayto, y como capitán de los
aventureros. De Ospina era hijo de un
afamado conquistador también llamado Diego de Ospina, podríamos decir que Don
Diego, fue algo así como un conquistador de segunda generación, de los que
terminaron de someter lo que faltaba de la nueva granada, tarea iniciada décadas
antes por su padre y sus colegas.
Cuando
don Diego de Ospina se dispuso a entrar en la tierra que debía pacificar, tan
solo tres días después de su arribo, es salvado de una emboscada de piedras por
uno de sus más valiosos aliados; El Mohán Tuamo de Ibagué, Don Baltazar, quien
al parecer era un avezado guerrero y rastreador, experto en guerra Pijao, quien
fue fundamental según las crónicas para la victoria en esta guerra. Baltazar
sabia los sitios en los que se debía poner una emboscada, podía ver las huellas
en medio de la jungla, detectaba el olor a bija con el que los guerreros se
pintaban. Estas habilidades aunadas a un agudo ingenio y astucia, convirtieron
al mohán don Baltazar en una leyenda, la cual tomo un cauce fantasioso en el
siglo XIX. Si bien es cierto que Don Baltazar y Karlaká eran enemigos y
lucharon en la misma guerra, en bandos diferentes, la historia del hijo de
Baltazar canibalizado no está en esta crónica.
Cosa
que se deduce de la narración de Fray Pedro, es que los Pijaos, tal vez gracias
a su eficiente red de espías y durmientes ladinos, conocían muy bien de las
actividades de sus enemigos, tenían muy claro el organigrama de los españoles y
las generalidades políticas y militares de la guerra. Pues el comando Pijao del
mohán Karlaká y su cabildo de mohanes y acaimas, declararon objetivo militar de
alta prioridad al gobernador Don Diego de Ospina, por esta razón, no bien entra
Don Diego en sus territorios, el mismo Karlaká le tiende tres emboscadas, la tercera
la hace “desesperado” tal vez por no haber cumplido con su principal objetivo.
Tras
la primera emboscada, la emboscada de piedras que detecta Don Baltazar, Don
diego fue consiente que los Pijaos conocían su posición y los estaban
esperando, por esta razón, el gobernador ordena acampar en un claro, y envía al
caudillo Miguel de la Peña, con una escuadra de 14 soldados, para que
flanquearan la parte alta del camino, y así detectaran si los Pijaos les tenían
preparada otra emboscada. Andrés Rubio, uno de estos 14 soldados vio al Mohán
Karlaká, lo tuvo a tiro, pero como tenia ordenes claras de no disparar sin
permiso, prefirió esperar y preguntarle a Miguel de la Peña, quien le dijo que
no. Karlaká al ver a su vez a los españoles, se apresuró corriendo a preparar
la emboscada, en un sitio que al parecer los españoles no pudieron detectar,
pues los Pijaos dejaron que entraran bien en la zona de peligro para atacar. Esta
es una de esas ocasiones, en las que la figura de Karlaká parece sacada de un
comic sobre superhéroes, pues según las crónicas, le fueron disparados más de
80 tiros, a él y a los suyos, y lo que debió haber sido una masacre, no fue más
que el primer round del combate, tras este encuentro los Pijaos, se limpiaron
el barro y continuaron su ataque contra la escuadra de Peña, de nuevo usando la
táctica de la emboscada.
Fray
pedro Simón se lamenta de que el Peña no le haya disparado a Karlaká cuando lo tuvo
a tiro, pues considera que este gran Mohán es uno de los principales nervios de
la resistencia indígena en el Tolima. Se podría decir que aunque los Pijaos
tenían por norma nunca someterse a un poder más grande que el de sus Mohanes o
caciques, a esta altura de la guerra, y dado su personalidad carismática y
valerosa, los Pijaos rebeldes veían a Karlaká como su máxima autoridad, algo
así como un “Amimá” o rey. Este término era usado por los Pijaos para referirse
al rey de España a quien llamaban el “Xe Amimá”, tal vez el término “xe” fuese
referente a “xua” que era la forma en que los Pijaos llamaban a los españoles.
Sin embargo cabe anotar que en este caso, el cargo de jefe supremo no era sino
quien más se sacrificaba por su pueblo, este cargo era más parecido a un
apostolado que a una dignidad de poder, y muy posiblemente no fuera una
dignidad permanente, pues al igual que el cargo de “dictador” de la época
republicana de Roma Antigua, el cargo de dictador existía mientras existiera la
amenaza militar externa.
Interesante
la reseña que hace la crónica, sobre el wipa (niño) de 14 años que asesino al
soldado Roa de una sola lanzada, este joven guerrero del ejército del Mohán
Karlaká, demuestra que estos guerreros eran entrenados desde muy niños para el
combate a muerte, además que su entrenamiento no era improvisado sino muy especializado,
o sino como se explica que este wipa atinara exactamente donde más vulnerable
era Roa? donde su armadura no lo protegió? Solo con un conocimiento previo del
enemigo, sus fortalezas y debilidades, su modo de combatir, su forma de pensar,
se pueden lograr estas hazañas.
Los
Pijaos conocían muy bien el arte de la guerra, eran una cultura guerrera que llevaba
siglos perfeccionándose en este arte, creando saberes que se trasmitían por vía
oral de generación en generación, un conocimiento salido directamente de su
abundante experiencia en combate, y de su
posterior análisis y sistematización por parte de los sabios Mohanes, quienes
crearon a través de los siglos, un acervo de conocimientos militares muy válido,
mezclado con una espiritualidad orientada hacia la valentía, y el servicio
incondicional a su tribu. Este profundo conocimiento del arte militar se puede
entrever en todas sus operaciones, especialmente en su preferencia por las
emboscadas, el ataque furtivo y la sorpresa, el sabio chino sun tzu dijo en su
libro El arte de la guerra:
“La
defensa es para tiempos de escasez, el ataque para tiempos de abundancia.” “Los
expertos en defensa se esconden en las profundidades de la tierra”. “En
situaciones de defensa, acalláis las voces y borráis las huellas, escondidos
como fantasmas y espíritus bajo tierra, invisibles para todo el mundo.”
Al
parecer este saber lo tenían muy claro los Pijaos, pues a pesar de su
temperamento orgulloso, y de su valor casi suicida, desde un principio supieron
valorar la fuerza de su enemigo y la suya propia. Tenían absolutamente claro
que los Españoles no eran parecidos a nada que hubieran conocido antes, no eran
como ninguna de las tribus caribe del Tolima, bien fuera Panche o Pijao,
tampoco eran como las naciones de los Chibchas o los Nasa. La fuerza del “Xua”
era mayor a cualquier cosa conocida antes por ellos, sus armas de fuego podían
hacer daño desde la distancia, obedecían a una sola autoridad todopoderosa, sus
caballos les permitían una mayor movilidad y fuerza de ataque, su cultura y su
religión escrita les daban una unidad que los pueblos indígenas no tenían, lo
cual les permitía usar los conflictos locales en su beneficio. la única opción
militar que tenían los Pijaos era la guerra de guerrillas, y usaron esta opción
con gran maestría.
El
gobernador diego de Ospina ordeno ranchearse en este sitio, por lo que envió a
su gente a cosechar los cultivos de la zona para aprovisionarse y de destruir
lo que no pudieran traer, para así des aprovisionar a los Pijaos de alimento y debilitarlos,
al parecer esta táctica fue fundamental en la derrota de este pueblo. El
gobernador toma la decisión de entrar en el territorio más fuerte de los Pijaos,
con la intensión de hacer la valoración militar de estos ya en su terreno,
conocer sus caminos y su táctica.
CAPÍTULO XLI
Párrafo 3. “Formada la
resolución en la gente de acometer al fuerte, la tomaron también que el Cacique Carlacá (que de ordinario lo
elegían por su Capitán General, como dijimos lo habían hecho en lo de Ibagué,
gran Mohán, hechicero y adivino) ayunara sobre conocer el buen suceso de la
jornada y quemara palo de balsa para adivinarlo, en la ceniza, como lo tenían
estos naturales de costumbre; que si la ceniza quedaba negra, no acometían al
enemigo, por tener cierto el mal suceso; y si blanca, bueno; y si parda, dudoso
o indiferente, como le sucedió ahora a
Carlacá, que se le apareció parda, todo por industria del Demonio; pero
venciendo al agüero la esperanza de victoria contra los nuestros, por ser tan
pocos y enfermos como lo habían visto Cocurgá y Coyará, se determinaron a venir
sobre ellos, como lo hicieron más de ciento y cincuenta bien armados, al sexto
día que estos dos habían salido del fuerte, prometiendo venir de paz con otros,
qué emboscándose todos con tanto secreto como si no viniera nadie, a las
sombras de la noche y del arcabuco que se remataba a la margen de la aguada
cerca del Real, poco más de a las nueve del día pidió licencia para salir de él
la Bota Anica, y llevando dos calabazos, como que iba por agua, se vido con los
emboscados en la aguada, y les aseguró la victoria, por ser los nuestros los
pocos que hemos dicho y andar el Gobernador achacoso de unas calenturas, con
que tomaron tan valientes bríos los bárbaros, que pareciéndoles cada instante
mil años, se determinaron salir luego de la emboscada a embestir al fuerte, que
aunque lo era, y la puerta tan angosta que sólo cabía una persona de lado, que
se cerraba con un grueso madero que alzaban con facilidad cuando se había de
entrar, y él se volvía artificiosamente a caer y cerrarla, y la hora desusada
de acometer estos bárbaros sus empresas, pues suele ser de ordinario al
comenzar a quebrar el alba, con todo eso, por lo que les aseguraba con
persuasiones Anica, diciendo estar los nuestros fuera de sospecha, y algunos
comiendo (y aun acertó en aquella ocasión, que serían ya poco más de las diez,
a desamparar la posta la puerta del fuerte por ir a tomar un canuto de tabaco),
se fueron llegando a él con tanta prisa, que por mucha que dio con sus voces un
indio amigo que los vido, diciendo : señores, Pijaos! señores, Pijaos? a lo
último de estos acentos que volvieron en sí algunos soldados, ya estaban dentro
del fuerte, por no hallar resistencia en la puerta, Carlacá, Cocurgá, Coyará y otros que fueron entrando y trepando
por la empalizada hasta número de treinta, y entraran más si el buen Andrés de
Aspitia, con cuatro soldados, no fuera volando a la puerta a hacer frente a los
demás que fuera se las habían con algunos soldados que se hallaron con ellos de
manos a boca y le hacían frente.”
Karlaka
es elegido de nuevo como general o comandante de las tropas de todos los ejércitos
Pijao, pero acá más que nunca se ve el carácter teocrático de los Pijaos, una
estructura social muy parecida a la de los druidas celtas de la antigua
Britania, en la que los Chamanes eran los mismos generales, y ellos mismos
realizaban los rituales y adivinaciones. Tras tantas fallidas emboscadas,
Karlaka cambia de estrategia, implantando un espía permanente en el fuerte
enemigo (bota Anica), haciendo que sus generales reconozcan el campamento
enemigo con sus propios ojos, mientras fingen una embajada de paz. Y atacando
realmente por sorpresa al español, en su momento de más debilidad por causa de
enfermedad y poco número.
“HABIÉNDOSE encontrado Carlacá (que traía el rostro rayado con
listas de betún colorado y amarillo), entrando a la mano izquierda del fuerte,
un mal ranchuelo de un soldado enfermo, Francisco de Guevara, metió la lanza
dos o tres veces por la cubierta, que pudo con facilidad, pues era de paja, y
saliendo fuera el soldado, le tiró el indio otro bote de lanza, que
alcanzándole con la punta por debajo la costura de un hombro de un coleto de
ante que tenía, le hizo ir trompicando al soldado hartos pasos adelante, que a
asegundarle acabara con él; pero como no llevaba intentos de esto, sino de solo
matar al Gobernador, por parecerle con aquello habría conseguido el fin de
ellos, que era acabar con la guerra, y haber a las manos una sobrecama de grana
que habían visto sobre la del Gobernador los dos indios los días antes, de que
se habían aficionado, se entró a su rancho con Coyará, que estaba un poco más
adelante que éste del soldado, a la misma mano izquierda, y en él el Gobernador
echado en la cama por sus calenturas, que saltando de ella con sobresalto al
ruido, halló que en la mitad del aposento, que era bien pequeño, estaban Carlacá y Coyará, arrojándole botes de lanza,
de quien lo libró más la mano poderosa de la suprema causa, que el amparo de
una cortina que puso delante, que tapaba una puertezuela, donde se detenían las
lanzas, mientras alargó la mano a cierta cuerda que había dejado encendida, que
la halló ahora en la necesidad apagada, como también halló que lo estaba un
hacho de astillas y paja que llevaba en la punta de la lanza otro indio que
entró con Carlacá para pegar fuego a
la casa del Gobernador, que no tuvo efecto por lo dicho.
“2.0 El cual, no obstante
que se hallaba sin cuerda encendida, hacía puntería a los dos indios con la
escopeta, que viendo no se la disparaba, ni tenía lumbre, con que le volvieron
a tirar otros dos botes de lanza, hasta que acordándose el Gobernador tenía
cargada la pistola y puesta debajo el almohada de la cama, la tomó y mientras
armaba el serpentín, le volvieron a arrojar otros dos botes de lanzas, y al
tiempo que las volvían a recoger para tirarle otros, les apuntó con la pistola,
que tampoco dio fuego por haberse derramado el polvorín. En este punto le
socorrió el Cielo con la entrada de su negro esclavo Juan Bioho, que habiendo
sabido que tenían en aquella apretura los dos indios a su arao, llévenlo en las
manos, con que se halló, una sola flecha sin arco, se arrojó por entre los dos
a ponerse entre ellos j el Gobernador, que no pudo conseguir, pues el Carlacá, viendo cerca de sí al moreno,
y que iba a socorrer al Gobernador, le dio tal empellón que le hizo volver
algunos pasos atrás; y hundiéndole el Coyará con una lanzada, le pasó el brazo
derecho sobre la muñeca, que sirvió todo este entretenimiento de los indios y
el negro, para que entre tanto cebase el Gobernador la pistola, que
disparándola al tiempo que iban a recoger las lanzas otra vez para tirarle, le
dio a Carlacá en los pechos con
cuatro postas hechas de una bala, engrasadas con tocino, como las acostumbraba
a ser de ordinario, por ser de muerte las heridas, y dándole también con todo
el fuego en la cara al indio, cayó en tierra y desatinado; a gatas, ayudándole
el Coyará, se fue saliendo la puerta afuera del rancho y desde allí del
palenque con ayuda que tuvo de los demás indios, sin sentirlo español ninguno
que se lo estorbase e ir todavía con algunos alientos, no habiendo sido
penetrantes las heridas, por ser el tiro desde tan cerca, si bien a los cinco
días de camino, volviéndose a sus tierras, murió de ellas.”
La
bandera de nuestro departamento, representa con perfección nuestra cultura,
nuestras raíces, las listas vino tinto y oro, han trascendido los siglos como
nuestro mayor símbolo. nos conectan con nuestros antepasados, con su bravura y valentía,
acá vemos a nuestro mayor héroe con la cara pintada de estos colores, y en
pleno combate por su libertad. Esta toma tiene un objetivo muy claro y
estratégico: asesinar a Diego Ospina, quien se encontraba enfermo, este hecho demuestra
que el Mohán Karlaká, usaba la estrategia del organigrama enemigo con gran
habilidad.
Finalmente,
al igual que el famoso guerrero indígena Cuauhtémoc (águila que cae) Karlaká
muere en combate, convirtiéndose en el símbolo del fin o caída del mundo Pijao
“El suceso de Carlacá con el Gobernador desgració
tanto las fuerzas y bríos de los indios que se hallaban dentro del fuerte, como
se echó de ver en la mano floja con que peleaban, y que casi sólo atendían a
hurtar el que más podía la ropa de los soldados, que parte de ella estaba
tendida a secar, y la demás buscaban en los buhíos que hallaban sin dueño, por
andar los soldados en la refriega. Cargado cada cual con la que pudo arrebatar,
procurando librarla y su vida, trepaban por la empalizada para valerse fuera de
sus pies, no pudiendo de sus manos, para los intentas que traían, y así
viéndose fuera del fuerte, le volvieron todos las espaldas: socorro más de la
mano de Dios que de la humana. Y sucedió que habiendo hecho recoger el
Gobernador a un lugar los prisioneros y muertos, entre éstos estaba uno que por
no tener herida ni otra causa de muerte, les pareció no lo estaba, sino que
había querido pasar plaza de muerto de
burlas, por no serlo de veras, como sucedió, pues para salir de esta duda, el
negro Bioho, con el dolor de su lanzada, le dio otra en el muerto al muerto
fingido, que con el dolor y sentimiento abrió los ojos, que se los hicieron
cerrar asegundándole con otras, basta que quedó acompañando de veras a los
demás muertos. A los vivos, fuera de Cocurgá, hizo echar el Gobernador a los
perros, atadas las manos, de quien se defendieron por buen espacio con los
pies; pero al fin vinieron a perecer entre aquellos dientes caninos, sin dar
muestras de quejas cuando los estaban despedazando, por no mostrar flaqueza de
ánimo, que es gran cobardía entre ellos; cortadas a todos las cabezas, las hizo
poner el Gobernador en los palos de la cerca del fuerte. no hubo con quién
seguir este alcance, por ser tan pocos y tan enfermos los nuestros; y así,
haciéndoles la puente de plata, sólo se disparó desde el fuerte al bulto de
cien indios que iban repechando, a uno de los cuales le tronchó la pelota una
pierna, como se advirtió por todos los nuestros, y cómo los suyos le cargaron
en hombros y llevaron, como también a Carlacá, que comenzó luego a adolecer del
daño que le hizo el tiro del Gobernador, hasta que murió al quinto día, y se
mandó entre ellos se tuviese oculta su muerte, como se tuvo por más de dos
meses enteros. Dicen que cuando iba a entrar en el fuerte tropezó, y que
teniendo esto por mal agüero, dijo a sus compañeros no entrara si no se hallara
tan cerca de él!.”
Karlaká
era el corazón y motor de la resistencia Pijao, sin él los ánimos de sus
guerreros se fueron al piso, y se desencadenó el exterminio. Sin embargo, el
carácter espiritual de su comando, determino también su fin, pues al ser él un
hombre espiritual, debió de seguir al pie de la letra lo que los Dioses del
Tolima le dijeron, mediante las cenizas pardas y el dedo tronchado, las señales
que recibió le indicaban que no debía de hacer esa batalla ese día, y sin
embargo su deseo de victoria y su valentía le enceguecieron ante las verdades
espirituales.
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